El personaje siempre me ha gustado: el héroe justiciero que lucha contra el poderoso y ayuda al oprimido. Y si además monta un brioso corcel, oculta su identidad con un antifaz, empuña una espada y se cubre con una capa pues no me resisto a verlo aunque sea en una de esas extensas novelas de la sobremesa.
Sí, yo veo El Zorro a diario. Y lo que más me mueve a ello, además de la épica del personaje, son las bellas palabras de amor que se dedican los protagonistas, los principales y los otros: don Diego y Esmeralda, don Alejandro de la Vega y Almudena, don Fernando y María Pía.
¿Por qué en la ficción cuesta tan poco exteriorizar esos sentimientos con palabras tan hondas, cuando en la realidad se da tanto por supuesto?
Porque es ficción me responderían muchas personas, y la realidad es dura. Sí, es posible que sea cierto, pero y creo que la vida sería un poco más bonita si practicáramos la buena costumbre de resaltar el brillo de los ojos de la persona que nos dedica una mirada tierna, de alabar los labios sensuales unos segundos antes de besarlos, o simplemente dedicarnos miradas complices, seductoras aunque sea al cruzarnos con el cesto de la ropa sucia camino de la lavadora o mientras pasamos la aspiradora por la alfombra del comedor.
Aunque me parece que los románticos son una especie en extinción. Por eso yo seguiré viendo El Zorro par soñar durante una hora al día que existe el amor y los defensores de la justicia.
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