La estrategia siempre es la misma, y no por conocida y repetida es menos efectiva. El primer paso es conseguir que el servicio público se deteriore poco a poco. No puede hacerse de golpe porque entonces quedaría al descubierto la trampa, los usuarios identificarían rápidamente a los responsables y adivinarían su objetivo; por eso ha de hacerse lentamente, para que vaya generando una leve y difusa insatisfacción que irá creciendo con el transcurso del tiempo hasta convertirse en un clamor.
El segundo paso, que se superpone al primero, es devaluar lo público aireando las deficiencias provocadas con premeditación, como si fuera algo inherente al modo de gestión, y confrontándolo con lo privado, previamente privilegiado, silenciando sus carencias y exaltando sus virtudes. Para redondear el panorama se añaden repetidos lamentos sobre la escasez de recursos en las arcas públicas para hacer frente a las mejoras que el servicio requiere. Una vez extendida la desvalorización del servicio público y siendo palpable el descontento ciudadano es la hora de ofrecer la solución a todos los problemas: la privatización.
Es lo que viene ocurriendo ya de largo con la educación pública en nuestra comunidad, donde se mima a la enseñanza privada y se recortan recursos en la pública al tiempo que sobre ella se vuelca continua “información” sobre problemas disciplinarios, hastío del profesorado, rebaja de contenidos,… como si estos “males” fueran privativos de ella en exclusiva, y sin reconocer que mientras los colegios privados son selectivos en la admisión del alumnado en los públicos caben todos. Así se predispone a las familias con ciertos recursos económicos a llevarse a sus hijos a los colegios del negocio, éstos crecen y aumentan sus beneficios económicos. Al fin y al cabo, esa es su razón de ser.
Eso mismo lo hemos vivido en nuestra comarca con la sanidad. Durante años, un desarrollo urbanístico incontrolado que no ha invertido en servicios, trajo un notable aumento de la población que se vio abocada a recibir atención en el único hospital comarcal. La creciente demanda asistencial provocó interminables colas, largas esperas para someterse a pruebas o cirugía, urgencias atestadas con los pasillos repletos de camas y un descontento generalizado de los usuarios cuyas quejas casi nunca apuntaban hacia los verdaderos responsables. Siendo patente el malestar, y ante la supuesta carencia de recursos públicos, se ofreció como única solución la bondad del capital privado para hacerse cargo de la construcción y posterior gestión de lo que ahora es el hospital de Torrevieja.
El mismo procedimiento se está utilizando en nuestro pueblo con el agua. Primero el deterioro: se dejan de cobrar miles y miles de euros a ciertos usuarios generando una deuda importante y se mantiene a los vecinos de Blue Lagoon sin agua potable durante varios años. Pronto se argumentará que el ayuntamiento no dispone de recursos económicos, técnicos y humanos suficientes para ofrecer un buen servicio. Y por último se ofrecerá una solución milagrosa para todos los males: la privatización del servicio de agua potable, con el convencimiento de que los usuarios lo asumirán con total agrado a fin de quitarse problemas de encima. Ni siquiera valorarán una gestión mixta.
Y llegados a ese punto final de la estrategia bien pudiera parecer que si la educación, la sanidad o el agua potable no funcionan adecuadamente es culpa del propio servicio, cosas que pasan, qué le vamos a hacer. Pues, no. Detrás de cada servicio hay políticos que tomas decisiones o dejan de tomarlas, y son los máximos responsables del buen o mal funcionamiento del mismo. Decisiones que tienen un fuerte componente ideológico: apostar por lo de todos o por lo de unos pocos. Detrás del deterioro de la educación pública y de la privatización de la sanidad está el gobierno valenciano. Detrás de la previsible privatización del agua en nuestro pueblo, el gobierno municipal.
La presente crisis ha demostrado hasta dónde nos puede llevar la gestión privada de los servicios importantes, y ha puesto de manifiesto que aquellos que a capa y espada defienden que lo privado es lo mejor son los primeros en reclamar recursos públicos cuando entran en barrena. Las ganancias para ellos, sus pérdidas las pagamos entre todos. ¿Recuerdan las ayudas a la banca? Para que luego digan.
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