Sentado cabizbajo cada día en el portal,
perdida la mirada en la punta de los pies,
cuenta el paso inexorable de la vida
en la sombra de las botas, que conservan
la memoria desvaída de los tiempos añorados
de las risas en el tajo, y del jornal.
Levanta con esfuerzo la cabeza alguna vez
y los ojos se concentran extasiados,
empañados de nostalgia y de dolor,
en la grúa que se eleva solitaria y detenida,
monumento oxidado al progreso que no fue,
por encima de los sueños que enterraron los tejados.
Observa las dos manos desprovistas de durezas
que curtieron el ladrillo y la herramienta.
Las frota, compulsivo, una con otra
maldiciendo su finura y su infortunio,
lamentando tantas manos hoy ociosas,
deportadas del andamio, de la fábrica, del tajo.
Sentado cabizbajo en el portal, cada día
oye el rumor que crece desde el fondo de la calle.
Divisa un enjambre de pies que vienen pisando fuerte,
un mar de voces que grita, escucha sin alzar la frente.
Vuelve a frotarse las manos desprovistas de durezas,
consolándose con quejas, cuando el tumulto se pierde.
El tiempo ya ni lo cuenta. Consumido en su rutina,
un día, temeroso alza la vista al paso de tanta gente,
y su mirada se encuentra con manos endurecidas
de enarbolar esperanzas que no se dan por vencidas.
Intenta, sin darse cuenta, despegarse del portal,
pero de tanto morir sentado no puede vivir de pie.
Con otro esfuerzo se eleva y a punto está de caer,
un brazo fuerte sujeta su ensayo de despertar.
Una mano de piel tersa ase con fuerza la suya,
y otra, del tiempo ajada, acude firme en su ayuda.
De blanco tintada, una, le hace que vuelva a andar,
y otra de verde ungida le enseña de nuevo a hablar.
Una marea lo envuelve en olas sin vuelta atrás.
Torna a mirar sus manos y las descubre dispuestas
a manejar la herramienta de fabricar dignidad.
La cabeza, poco a poco, yergue ya sin dolor,
y la vista no la posa en el rancio monumento
que recuerda la falacia de un tiempo de ensoñación.
Dos portales más allá, cabizbajo cada día,
con la mirada clavada en la punta de los pies,
con un ligero vaivén, otro más saca la cuenta
de la vida que se va, atrapado en los recuerdos
desvaídos de aquellos tiempos perdidos
de las risas en el tajo, y del jornal.
Dos portales más allá, quizás mañana o pasado,
con el ruido de la vida, otro más echará a andar.
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