Vuelven a la carga. La jerarquía eclesiástica, fiel ejército de maniobra del PP en la reserva, pasa a primera línea, una vez más, a taponar la brecha que la propia corrupción de los populares ha abierto en sus líneas. La poderosa escuadra, dotada del pesado armamento mediático del que dispone, de los miles de púlpitos repartidos por todo el país, y de cuantiosos fondos -buena parte de ellos proporcionados ingenuamente por el enemigo al que combate- vuelve a marchar en ordenada formación de ataque para levantar una cortina de humo que oculte el Sol, difumine a sus aliados y debilite a su adversario, esclavo amigo.
Y siempre lo hace blandiendo aquellos asuntos que caen más en el ámbito de lo personal, de lo íntimo, de lo que puede acercar a las personas a ser un poco más felices o, por el contrario, llevarlas a ser desgraciadas: la sexualidad, el aborto, la familia. Pretenden imponerle a todos, creyentes y no creyentes, unas supuestas leyes divinas que, indefectiblemente, siempre coartan derechos individuales, oponiéndose sistemáticamente a normas emanadas del poder civil que a nada obligan a quienes no quieran ejercer tales derechos.
Esta rancia jerarquía eclesiástica no duda en echarse a la calle para tratar de impedir que los homosexuales puedan contraer matrimonio y formar una familia arguyendo que se atenta contra la familia tradicional. Ellos prohíben, la ley civil, en cambio, no obliga a nadie tan solo permite que quienes quieran puedan ejercer ese derecho. Ellos se oponen al uso del condón -el Papa dixit-, sin importarles que la epidemia de SIDA siga matando a miles de personas, especialmente en África. Vuelven a posicionarse, parapetados en su creencia, frente a la evidencia de la ciencia. Recetan abstinencia, dándole de espalda a la necesidad biológica y emocional de las relaciones sexuales. Prefieren la esclavitud a la libertad, el sometimiento al conocimiento, la oscuridad frente a la luz.
Ahora, vuelven a la carga queriendo limitar el derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo. Despotrican sobre una ley que a nadie obliga a abortar sino que permite no criminalizar a quien se vea en el amargo trance de tener que recurrir a un aborto. Porque alzan mucho la voz para prohibir pero nada quieren saber de las consecuencias de su prohibición sobre la vida cotidiana de sus víctimas. Condenaron a Galileo por defender el giro de la Tierra alrededor del Sol. Visceralmente se opusieron a Darwin y su teoría de la evolución. Quemaron en la hoguera a quienes osaron desafiar su oscurantismo amparándose en la razón. Y siguen igual.
Mucho cartel manipulando al pobre lince -por cierto, criatura también creada por su dios que habrá que salvar de la extinción-, mucha fanfarria en defensa de la vida pero cuánta protección que otorga esta ruin jerarquía católica a los responsables directos e indirectos de que tanto niño, eso sí, negro, muera a diario en medio mudo, nunca se acuerdan de ponerles nombres y apellidos, de denunciarlos en sus púlpitos, en sus radios. Cuánta protección que otorgan a aquellos que acumulan tesoros en la tierra a costa del hambre y el sufrimiento de la mayoría de los hijos de su dios. No se echa a la calle denunciando a los inmorales banqueros, a los grandes empresarios que han hecho fortunas y ahora despiden sin contemplaciones a los trabajadores. Miran para otro lado ante un sistema, el capitalista, que condena a la miseria a muchos para que unos pocos vivan en la opulencia.
Cuánta protección que brindan a sus propios pederastas que se aprovechan de la desprotección de sus víctimas-niños. Qué bien protegidos tienen a sus corruptos compadres que desfilan a diario ante los jueces. Nunca han puesto un cartel denunciándolos. Nunca han empuñado el látigo para expulsar a los mercaderes del templo. Ni quieren saber nada de leprosos, prostitutas o mendigos. Cuan alejados están de su maestro.
Tanto desprecio merece la innoble jerarquía como respeto los cristianos comprometidos que día a día, avergonzándose de sus prelados, llevan al tajo, a la asamblea, al sindicato, al partido, a la manifestación, al gobierno o a la misma presidencia de la ONU su mensaje de justicia social, de lucha por los desfavorecidos, de solidaridad, de esperanza en otro mundo posible. Ellos sí son compañeros de viaje en busca del socialismo.
Nombres relevantes de la Teología de la Liberación y nombres anónimos de su práctica diaria con los más pobres, unos y otros denostados, perseguidos y sojuzgados por la cúpula eclesial, alumbran hoy cambios en América Latina. Si la jerarquía quiere respeto más le valdría abandonar sus palacios y prebendas y calzarse las sandalias del pescador.
[…] Dejando atrás Centroamérica y volviendo a tierras patrias, podemos comprobar una vez más como la jerarquía eclesiástica hace alarde de su más rancia intransigencia. La última campaña propagandística de la Conferencia Episcopal en contra del derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo no deja lugar a dudas: todo vale para seguir haciendo política desde los púlpitos. Tomás nos da más detalles en “Un fiel ejército de maniobra”. […]
[…] Dejando atrás Centroamérica y volviendo a tierras patrias, podemos comprobar una vez más como la jerarquía eclesiástica hace alarde de su más rancia intransigencia. La última campaña propagandística de la Conferencia Episcopal en contra del derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo no deja lugar a dudas: todo vale para seguir haciendo política desde los púlpitos. Tomás nos da más detalles en “Un fiel ejército de maniobra”. […]
[…] Dejando atrás Centroamérica y volviendo a tierras patrias, podemos comprobar una vez más como la jerarquía eclesiástica hace alarde de su más rancia intransigencia. La última campaña propagandística de la Conferencia Episcopal en contra del derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo no deja lugar a dudas: todo vale para seguir haciendo política desde los púlpitos. Tomás nos da más detalles en «Un fiel ejército de maniobra». […]
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