Canto a la Libertad, aparecido en 1975 en el LP Tiempo de Espera, fue todo un himno, un símbolo de los nuevos tiempos cuajados de esperanza que se abrían tras la larga noche del franquismo; José Antonio Labordeta, su autor. Recuerdo aquellos días en que comenzaba a abrir los ojos a la realidad del mundo. Recuerdo el ardor con que la cantábamos el grupo de personas que compartíamos tantas ilusiones alrededor de la casa del cura, donde crecimos como personas y como ciudadanos comprometidos con nuestro tiempo y con los de abajo.
Recuerdo la emoción que sentía al entonar aquellas estrofas que hablaban de solidaridad –Hermano, aquí mi mano, será tuya mi frente y tu gesto de siempre caerá sin levantar huracanes de miedo ante la libertad-; aquellos versos que cantaban a la unidad y a la memoria –Haremos el camino en un mismo trazado, uniendo nuestros hombros para así levantar a aquellos que cayeron gritando libertad-; versos que clamaban justicia –Tocarán las campanas desde los campanarios y los campos desiertos volverán a granar unas espigas altas, dispuestas para el pan; para un pan que en los siglos nunca fue repartido entre todos aquellos que hicieron lo posible por empujar la historia hacia la libertad-. Y sobre todo que glosaba la grandeza de los verdaderos luchadores, aquellos que se entregan a una causa aun cuando son conscientes de que no verán los frutos de su esfuerzo pero lo saben necesario para que las siguientes generaciones puedan vivir más dignamente –También será posible que esa hermosa mañana ni tú, ni yo, ni el otro la lleguemos a ver, pero habrá que forzarla para que pueda ser. Que sea como un viento que arranque los matojos, surgiendo la verdad, y limpie los caminos de siglos de destrozos contra la libertad-. Y esa es la grandeza de Labordeta: su entrega a su pueblo, a su tierra, aun sabiendo que sus anhelos no los vería colmados pero que su aportación era necesaria para construir un futuro mejor.
Más de treinta años después de entonar Canto a la Libertad sigo sintiendo la misma emoción que el primer día. Y siento a Labordeta como alguien muy cercano, entrañable. Por eso me ha causado profunda tristeza la noticia de su muerte. Porque es de esas personas imprescindibles, de las que luchan toda su vida, de las que no se muerden la lengua y son capaces de mandar a la mierda en el mismo Parlamento a quienes desconocen los valores de la tolerancia y el respeto. Labordeta, en su paso por las cortes generales, fue un ciudadano ejerciendo de diputado, a diferencia de tantos que se hacen diputados y dejan de ser ciudadanos.
Labordeta es uno de los nuestros. La honestidad por bandera en estos tiempos de inmundicia de traje y corbata. Un hombre preocupado por la educación, por la cultura. Un grande que no ha querido hacerse notar. Un ejemplo de cordura en estos tiempos desquiciados.
Un cantautor de voz firme, un hombre llano de los de “al pan, pan y al vino, vino”; con apego a la tierra que lo vio nacer y a la gente de una España que llevaba en la mochila. Un hombre bueno que ha dejado tras de sí un rastro claro para quien lo quiera seguir, un rastro de esperanza para quienes sabemos que HABRA UN DIA EN QUE TODOS, AL LEVANTAR LA VISTA, VEREMOS UNA TIERRA QUE PONGA LIBERTAD (con justicia). Labordeta ha muerto; ¡que viva Labordeta!
He sentido una gran tristeza, al oir la noticia en los medios de comunicación, se nos van grandes figuras de la historia, que luchan por la libertad y la esperanza. Los años no pasan en balde.
Los que nos quedamos tenemos la obligación moral de cojer el testigo, para dejar a las generaciones venideras, las mismas enseñanzas que nos han dejado grandes figuras como Labordeta, amor a la tierra, a la libertad, a la cultura, a la honestidad.
También me emociono y tengo escalofríos al oir nuevo su canto a la libertad, después de mucho tiempo sin escuchar este himno.
Estoy contigo ¡viva Labordeta!
la primera estrofa » habrá un dia en que todos….» se la escuchaba yo a mi tio un rojo escondido en mi casa durante años,y murió el el 64;labordeta posiblemente la escucharía y la aumentaría