Cada vez que don Miguel Ángel Fernández Ordóñez, gobernador del Banco de España, abre la boca, a Mariano Rajoy se le ríen los huesos. Porque las recetas de este hombre apuntan todas en la misma dirección: hacia la derecha, para ser más precisos. En plena crisis, con un ejército -desorganizado, eso sí- cada vez mayor de parados, a este personaje no se le ocurre otra cosa que proponer un aumento en la edad de jubilación, y para «favorecer» un poco más a los trabajadores sugiere que se amplíe el número de años cotizados para calcular la pensión de jubilación. Todo esto para estar en armonía con algunos países de nuestro entorno que también «se preocupan» por el bienestar de sus obreros.
Es decir, lo que quiere el gobernador del Banco de España, Rajoy y los suyos, los empresarios y algunos más es exprimir lo máximo posible a la mano de obra, pagarles menos cada vez, deshacerse de ellos cuando no les convenga al menor coste para así seguir manteniendo sus cuentas abultadas, sus posiciones de poder, o ambas cosas, y vivir a lo grande. Porque todos los que proponen éstas agresiones -ampliar edad de jubilación, trabajar más horas a la semana, que las pensiones sean más bajas- tienen cómodos trabajos, muy bien remunerados, viven como reyes y no tienen que doblar el lomo cada día, encaramarse a un andamio, echar horas en la carretera al volante de un camión, empuñar una escoba o hacerse a la mar en un pesquero, por poner algunos ejemplos.
Pero es más, ampliar la edad de jubilación supone privar a los jóvenes de puestos de trabajo a los que acceder más temprano que tarde, quitarles posibilidades, relegarlos a ser parados o mano de obra itinerante, barata y explotada.
A esa gentuza hay que decirles bien clarito que si ellos quieren trabajar hasta que se mueran que lo hagan pero que no se lo impongan a los demás. Porque ya que la inmensa mayoría de los trabajadores y trabajadoras nos hemos pasado la vida con apreturas y estrecheces, pendientes de préstamos, de no llegar a fin de mes, soñando con desahogos económicos que nunca llegan, que al menos podamos disponer de nuestro tiempo en la última etapa de la vida, y con una pensión digna.
Una sociedad avanzada debería ser aquella en la que cada vez se invierta menos tiempo en el trabajo y más en el ocio, en ser dueños de nuestro propio tiempo. Pero para eso hay que cambiar las reglas del juego. Hay que empezar por la jornada de 35 horas, por la jubilación voluntaria sin merma de pensión a los 60 años, con un cálculo sin trampa de la pensión.
Y que se dejen de monsergas y amenazas con el peligro de las pensiones. Si disminuye el fondo que les suban los impuestos a todos esos vividores con sueldos astronómicos y jubilaciones millonarias blindadas. Que se arreglen con menos como hacemos los demás. Y que se construya un fuerte sector público generador de beneficios para repartirlos en salarios y pensiones diferidas.
Pero para eso, las zorras no pueden cuidar el gallinero. Y yo no sé si Zapatero es tonto, como dice Sarkozy, se lo hace o piensa que los tontos somos los demás porque algo tendrá que ver el presidente del gobierno con quien gobierna el Banco de España, ¿no?
No paran de reirse en nuestra cara. Cuando les interesaba, jubilaciones anticipadas y «forzadas», y ahora que a los 65 se está muy bien, que hay que seguir cotizando.
La verdad de todo esto es que el juguete del estado del bienestar lo han roto liberalizando la palanquita que le daba cuerda y ahora, claro, no mueve ni los pies ni las manos. Es necesaria una huelga general ya.
Un saludo, Tomás. Extraordinaria entrada, como siempre.
Jesús.