«Las generaciones del porvenir apenas creerán que un hombre como éste, caminó la tierra en carne y hueso». Si Albert Einstein contemplara la entereza, la dignidad y la integridad moral y política de la frágil Aminetou Haidar repetiría en femenino el célebre elogio que le brindó al Mahatma Gandhi décadas atrás. Porque al igual que el gran pacifista, esta mujer, esta Ghandi saharaui, firme defensora de los Derechos Humanos, indomable luchadora por la independencia de su pueblo ocupado y de sus hermanos confinados en lo más duro del desierto, está dando una gran lección moral a esa caterva de gobernantes timoratos que en aras del talante han perdido los principios, sacrificados en el altar del interés general o de la razón de Estado, parapetos de la cobardía.
Pero quizás sea su última lección. Son 26 días en huelga de hambre los que lleva Aminetou retenida contra su voluntad en el aeropuerto de Lanzarote. Veintiséis días con una sola petición: regresar a su casa en el Aaiún para vivir con sus hijos y con su madre en su tierra, en el Sahára Occidental, aquella provincia española que la dictadura abandonó en manos de Mauritania y Marruecos, desentendiéndose de su responsabilidad histórica como potencia colonizadora. Hasta hoy. Porque ningún gobierno democrático ha querido enmendar el crimen cometido.
Y otro más se cierne sobre el actual: el de Aminetou Haidar, porque va camino de la muerte ante los devaneos de la blanda diplomacia española que se niega a utilizar los muchos recursos que tiene a su disposición para doblegar la cerrazón de nuestros vecinos africanos. Un gobierno que “no considera que sea el momento oportuno para la realización de gestiones por parte” del Jefe del Estado español ante el monarca Mohamed VI para solucionar el atentado a los Derechos Humanos que ambos países han cometido. ¿Cuándo lo será, cuando Aminetou sea un cadáver?
El gobierno de Zapatero, aceptando la deportación ilegal de Aminetou, ha contribuido a crear un problema de calado, porque esta mujer, que valora más la dignidad que su vida, es mucho más que ella misma, es todo un símbolo para su pueblo, y para buena parte del mundo, como lo fue aquel hindú que en la primera mitad del siglo XX propició la independencia de la India desde la no violencia. Aminetou representa la determinación de los saharauis por recuperar su territorio, por alcanzar su libertad, por celebrar ese referéndum de autodeterminación que recogen las resoluciones de la ONU, por hacerlo de forma pacífica, renunciando al uso de las armas, con respeto a la legalidad internacional, la que Marruecos vulnera continuamente, de la que se desentiende el gobierno español.
Conocí a Aminetou Haidar hace ya más de veinte años. Entonces se llamaba Fatma y estuvo durante varios veranos en mi casa. Aquí conoció la luz eléctrica, el agua que sale de un grifo, a subir escaleras, el mar. Aquí fue operada de la vista y tuvo sus primeras gafas. Encontró a una hermana, a unos padres, a unos abuelos y muchos amigos. Le preguntamos si quería quedarse con nosotros y nos dijo que sí, pero que no podía porque su tierra era el Sáhara y ella era saharaui. Tenía solo doce años.
Aminetou Haidar se llamó después Nuetu, la misma piel tostada, el mismo pelo azabache, los mismos ojazos de mirada limpia como el cielo del desierto. La misma determinación de pertenecer a un pueblo que no se rinde a la historia. Y se llamó Brahim, Salem, Maazu, Manana, Raisa, Koria, Mohamed y otros muchos más que eran los niños y niñas que jugaron en nuestras calles, que fueron recibidos en nuestro ayuntamiento, que vivieron en nuestras casas y jugaron con nuestros hijos. Todos eran esta misma Aminetou Haidar que ahora, en el aeropuerto de Lanzarote, resiste la injusticia con lo único que tiene: su vida. Todavía hoy, la puedo ver pasear por las calles del pueblo o en las aulas del instituto, integrada en nuestro modo de vida pero, en el fondo, muy consciente de quién es y cuál es su patria. No la dejemos morir.
Cacerolada en el discurso de navidad del rey por la República, en todos los balcones del país. Propongo añadir silbatos, petardos y similares. http://www.publico.es/espana/277283/cacerolada/discurso/navidad/rey/republica
«Hijos del sol y el viento»
Aún vivimos en las esquinas
de la nada
entre el norte y el sur de las estaciones.
Seguimos durmiendo
abrazando almohadas de piedra
como nuestros padres.
Perseguimos las mismas nubes
y reposamos bajo la sombra de las acacias desnudas.
Nos bebemos el té a sorbos de fuego
caminamos descalzos para no espantar el silencio.
Y a lo lejos
en las laderas del espejismo
todavía miramos, como cada tarde
las puestas de sol en el mar.
Y la misma mujer que se detiene
sobre las atalayas del crepúsculo
en el centro del mapa nos saluda.
Nos saluda y se pierde
en los ojos de un niño que sonríe
desde el regazo de la eternidad.
Aún esperamos la aurora siguiente
para volver a comenzar.
(Mohamed Salem Abdelfatah, “Ebnu”)
[…] española. Otras entradas recomendadas sobre el caso de Aminetu Haidar son las de Reyes Montiel, Haciendo la o con un canuto, Maldice, que no es poco o Henar Moreno es + […]
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