Hoy he vuelto a pisar
las losas que tú pisabas,
y el aire que respirabas
tiene tu aroma prendido,
dulce y amargo a la vez.
Con avaricia lo bebo
queriéndolo para mí solo.
Y beberlo me hace daño,
porque si lo tomo dulce,
recordando tu hermosura,
como si amargo lo tomo,
desesperado en tu ausencia,
me quema tu aroma fresco,
que en el aire está prendido,
como una lengua de fuego
que me abrasa la garganta,
los pulmones, el corazón y el cerebro.
Pero ese aroma invisible
que en el aire está prendido,
que al respirarlo me duele,
es todo lo que me queda
de tu belleza radiante,
princesa de ojos sublimes
y de mirada hechicera
que me hizo esclavo al instante
de verte la vez primera.
Tú ni siquiera lo sabes,
no tienes por qué saberlo,
pero me has dado otra vida
despertando sentimientos
que habían quedado dormidos.
Y por mucho que ahora sufra
tu ausencia definitiva,
en silencio y solitario,
prefiero sentirme vivo
curándome las heridas
que yo mismo me he causado,
que estar muerto como un vivo
que se muere en la rutina
por no saber respirar
aire, con un aroma prendido.
Impresionante, felicidades
Eres un artista ¡che!
Saludos desde la montaña alicantina.
Gracias por vuestra consideración. Salud
Hermosa poesía, como siempre tocas la fibra sensible que quien la lee. Un saludo.
Gracias Berta por leerme. Me alegro de que te haya gustado. Te confieso que de las que he escrito es una de las que más me gustan. Salud.
Que bonito, Tomás. Cómo te arañas en este poema no se ha arañado nadie escribendo poesía. Deberías pensar en publicar un libro de poemas, además de la novela que ya tienes.
Un abrazo.
De cuando en cuando se me pasa por la cabeza lo de publicar un libro de poemas. Tal vez un día de estos… ¿Y cuándo publicas el tuyo?
Un abrazo.