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Archive for octubre 2023

Feria del Libro Murcia 2023. Caseta 46 (Editorial Pluma Verde).

Cientos de autores nos hemos dado cita en esta feria. Cientos de ofertas para el lector (además de las que proponen las grandes marcas como FNAC, El Corte Inglés o Casa del Libro, y librerías más modestas).

Dice Julio Llamazares que muchos de los que escriben y publican libros no son escritores. Para él, escritor es quien seguiría escribiendo aunque nunca publicara. Coincido con su opinión, pero como no soy quién para repartir etiquetas, hablo de autores.

Si un autor es conocido tiene parte del trabajo hecho: el lector va a buscar su obra y su firma. Si es desconocido, la tarea es intentar trasladar al público las bondades de la obra. Para ello, a veces, el autor va más allá de la sola presencia, explicación y firma. Ofrece (si ha encontrado hueco en el programa de eventos diseñados por la organización) una actividad que sirve de promoción de la obra en cuestión. Dos pabellones instalados en el mismo espacio que la feria acogen estas actividades de valor añadido.

Una de esos eventos es la charla que ofrezco sobre la novela del Oeste en la literatura popular, al tiempo que presento mi Trilogía del Oeste (Cuatreros del agua, Madera y plomo y Tumba de forajidos). Además de los técnicos de video y audio, en el local solo hay cuatro personas, es lo que tiene a) no ser famoso; b) no tener amigos ni familia en la localidad que vayan a hacer bulto. Lo bueno del asunto es que se retransmite en directo a través de Internet y eso significa alcance.

Aunque lo mejor de todo es lo bien que lo pasamos mi hermano y yo, ataviados como dos pistoleros del Viejo Oeste, caminando por delante de todas las casetas de la feria, pistola al cinto y rifle al hombro, atrayendo miradas curiosas, provocando sonrisas cómplices y comentarios de apoyo, llevando asa por asa una caja de madera con la palabra Dynamite impresa. En su interior tres cartuchos del explosivo más potente: libros.

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Feria del Libro Murcia 2023. Caseta 46 (Editorial Pluma Verde).

Por lo general, el público lector que se pasa por las casetas de la feria suele ser amable y comprensivo con los autores, a pesar de que somos muchos los que tratamos de explicarles las bondades de nuestras obras. Es cierto que está el que siempre lleva prisa, quien busca algo en concreto y no está abierto a otras propuestas, el que argumenta ese no es mi género, e incluso algún arisco que se aleja con un no, no, antes de que el autor pueda abrir la boca. También está el que se presenta a la hora de cierre nocturno para interesarse por un libro, incluso con ganas de conversación a unas horas en las que el cansancio, después de muchas horas en pie, ya se nota en rostro y movimientos. En cualquier caso, la educación y el respeto suelen primar por encima de todo. Al menos eso es lo que yo he vivido en estos días.

Me ocurrió una anécdota curiosa, que no me resisto a contar. Madre e hijo caminan despacio, a dos metros frente a la caseta en la que me encuentro, cruzamos una mirada y ese primer contacto me da pie a invitarlos a que se acerquen, y para mi sorpresa lo hacen. La mujer me dedica una sonrisa amplia y amable. Ya que se han acercado, les digo, permítanme que les cuente de que van mis libros. Claro que sí, me alienta la mujer. Le hablo sobre El Remedio de Dios y sobre Esta será mi bandera. La madre toma un libro, el hijo el otro y leen la sinopsis, después conversan entre ellos: Pueden ser un buen regalo para la Navidad. Nos los podemos llevar, los guardamos y uno para… y el otro para… Tras unos minutos de intercambiar impresiones entre ellos y afinar sus planes, deciden comprar ambos libros. Cuando voy a firmar el primero se me ocurre decirle al joven: ¿Has leído alguna novela del Oeste? Puede ser un buen momento para comenzar. No, me dice él, y dirigiéndose a su madre añade: Al abuelo seguro que le gusta. Y suman a la compra Cuatreros del agua. También tengo poesía, ofrezco. Puede ser un buen regalo para papá, dice la madre, él lee poesía. El hijo asiente. Hojean Envido y suma y sigue. Estoy en mitad de la firma de El Remedio de Dios cuando se me ocurre seguir probando suerte: Por casualidad no tendrán un pequeño en la familia al que regalarle este álbum infantil ilustrado por una niña de cinco años, digo mientras les muestro un ejemplar de Sara y el algarrobo. Pues sí, dice la madre, y le echa un vistazo: Nos lo llevamos.

Lo que acabo de contar, obviamente, es un suceso extraordinario pero muy gratificante. Otros suelen ser de difícil clasificación. Primeros días de feria, muy próxima la hora de cierre nocturno. En la caseta de Taller de Prensa, contigua a la de Pluma Verde en la que me encuentro, Nuria del Monte está a punto de coger el paraguas que sirve de gancho para bajar las persianas (Emilio Tomás se encuentra en otra población trabajando en otro evento). El cansancio ya se percibe en los gestos y en los movimientos más lentos después de todo un día de pie. Un hombre se acerca y le pregunta a Nuria: ¿A qué hora cierra la feria? A las 21:30, responde ella. El hombre se muestra un tanto contrariado y dice: Seguro que ese horario lo han puesto los comunistas. La pobre Nuria apenas encuentra una respuesta a tal despropósito.

Esa anécdota nos da conversación y guasa para los días siguientes: Tiene razón el hombre, porque la feria debería permanecer abierta día y noche, ¿qué es eso de que los obreros tengan descanso? Bien podían dormir en el suelo de la caseta durante los diez días de feria para estar a disposición de lectores trasnochadores. Y encima se van a comer al mediodía, etc., etc. Y Emilio, que es un genio titulando, se le ocurre lo que podría ser el título de una novela, un relato e incluso de una película: El comunista de las 21:30.

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FERIANTES

De izquierda a derecha: Emilio Tomás, Tomás Vte. Martínez, Nuria del Monte y Abel Martínez

Feria del Libro Murcia 2023. Caseta 46 (Editorial Pluma Verde).

En la caseta tengo a mi derecha a David, el editor, ocupado en ordenar libros, atender la caja registradora y darle unas caladas a un cigarrillo; a mi izquierda a Emilio Tomás y Nuria, de Taller de Prensa, con la mesa y los estantes repletos de buenos títulos, él también autor de la saga Equinoccio, atentos a los lectores que buscan determinado libro o que se dejan aconsejar por un incombustible Emilio, que además ofrece los que son de su autoría. Muestra una energía desbordante. No le falta nunca una sonrisa amable para con quien se acerca a la caseta.

Convivir muchas horas con Emilio y Nuria, no solo en la caseta sino compartiendo charla a la hora de la comida, me ha permitido conocer más de cerca la trastienda del «feriante» de libros, el modesto, el que tiene que hacerlo todo por sí mismo, el que debe multiplicarse y quitarle horas al sueño para que el escaparate de la caseta esté perfecto. Si hay ventas hay pan en la mesa y gasolina en el depósito del coche.

Su jornada, en estos diez días de feria, comienza a la seis de la mañana y puede acabar a la una o las dos de la madrugada. Recoger, conducir hasta su pueblo, preparar cena, arreglar cuentas, preparar para el día siguiente. A veces se desdoblan y Nuria acude con los libros a otro evento en otra localidad. A medida que pasan los día, a pesar de que la sonrisa se mantiene, el cansancio comienza a notarse en la cara.

Todo escaparate tiene su trastienda. Todo producto acabado guarda tras de sí procesos, tiempos, esfuerzos desconocidos para quienes observan el escaparate. Ya sea en estos mercado de libros que son las ferias o en el de cada semana en los pueblos y ciudades, la vida del feriante, del mercader, modesto es esforzada. Mis respetos.

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LIBROS: Portadas

Feria del Libro Murcia 2023. Caseta 46 (Editorial Pluma Verde).

Vivimos en la inmediatez y la prisa. Un titular, una imagen, un eslogan es todo cuanto capta nuestra atención por un instante; al instante siguiente será otro titular, otra imagen, otro eslogan.

Más de ochenta casetas en la Feria, cientos de autores con una colección inabarcable de libros. Una portada singular, evocadora, relacional, juega un papel esencial. Lo he comprobado en mi «roalico».

Sara y el algarrobo, mi álbum infantil, ilustrado por mi nieta Sara, ha llamado la atención a muchas mamás que pasaban con sus criaturas, a unas cuantas abuelas y alguna que otra maestra de infantil. Una mirada al paso, detenerse, un comentario, acercarse a ojearlo… Acabo contándoles el cuento. Es una rareza ver impreso en la portada de un libro esos geniales dibujos que suelen realizar las niñas y niños de cinco años.

Por razones distintas, la Trilogía del Oeste (Cuatreros del agua, Madera y plomo y Tumba de forajidos), tiene el mismo efecto; en este caso porque sus portadas son evocadoras, fácilmente reconocibles y que enseguida transportan a aquellas novelitas que leían padres, abuelos e incluso la misma persona que esboza esa sonrisa melancólica al fijarse en ellas y que se acerca, al menos, a tenerlas en las manos como si con ese gesto rememorara espacios, tiempos y afectos.

La bandera republicana de la portada de Esta será mi bandera es el imán para cierto tipo de lectores. Descubierta, se acercan directos a coger el libro, darle la vuelta y leer la sinopsis. Solo después llega mi explicación para completar la información y que el lector decida si hacerse con el ejemplar o no.

Tengo al lado a Emilio Tomás, de Taller de Prensa, autor a su vez de la Saga Equinoccio (Editorial Pluma Verde), seis novelitas cortas, distópicas, cuyas portadas, obra del artista José Carlos Miñano, con el omnipresente ojo orwelliano, son un potente imán que hace detenerse a la gente, especialmente a los jóvenes, por lo que he podido comprobar a pie de Feria. Detenerse y fijarse es el primer paso para que el autor entre en acción.

Es el poder de las portadas.

Nuria del Monte y Emilio Tomás, autor de la Saga Equinoccio

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Libros 1: Distopías

Días de Feria del Libro Murcia 2023 en la caseta 46 (Editorial Pluma Verde). La 47 es de Taller de Prensa (Emilio Tomás y Nuria del Monte). Compartimos un mismo espacio y eso me permite observar lo que ocurre en la sección de distopías que Emilio ha organizado. Y no dejo de sorprenderme ante el goteo continuo de jóvenes que compran 1984 (George Orwell, 1949), Un mundo feliz (Aldous Huxley, 1932), Fahrenheit 451 (Ray Bradbury, 1953), incluso El señor de las moscas (William Golding, 1954) o Yo, robot (Isaac Asimov, 1950), clásicos muy actuales.

Presumo en esas chicas y chicos mentes inquietas que buscan en esas novelas la crítica que sus autores hicieron en su momento al poder, los vaticinios sobre el desarrollo de la sociedad y las advertencias sobre lo que ocurría o estaba por venir. No resulta difícil establecer un paralelismo preciso entre aquel Ministerio de la Verdad (1984) y las actuales manipulaciones informativas de la realidad, o esa neolengua que vacía de contenido las palabras más necesarias. O el soma de Un mundo feliz, que anticipaba nuestra sociedad del ocio alienado y alienante. Cuando se encierra en la cárcel a titiriteros, se cancelan actuaciones porque atentan contra esto y lo otro o se censuran libros o contenido de los mismos estamos a un paso de alcanzar los 451 grados Fahrenheit. Ya ha ocurrido en la historia, más de una vez.

Pero ante el regocijo de descubrir tanta joven mente inquieta me asalta la duda. ¿Identificarán en la sociedad actual a quienes detentan el poder que esas novelas critican? El verdadero poder no lo ejercen los gobiernos, sino que vive en la sombra, no se presenta a las elecciones pero las condiciona a través de sus poderosos medios de desinformación, agitación y propaganda. ¿Sabrán esos jóvenes desechar a quienes, con el pelo revuelto o la barba cuidada, se presentan como antisistema cuando en el fondo son la apuesta del poder en la sombra para que ninguno de sus privilegios se vea, si acaso, mermado?

Sea como fuere, acudir a esos libros que inexorablemente les han de llevar a la reflexión es una buena noticia. Quizá no todo esté perdido.

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